Las nuevas tecnologías han transformado profundamente nuestros modos de comunicarnos y acceder a la información, y que dentro de ésta hay también una gran cantidad de mala información por lo que es muy necesario, cada vez más, tener criterios para saber discernir la una de la otra.

Yo mismo, gracias a las redes sociales consigo estar más al tanto de las noticias científicas que lo que podía estar hace años. Cierto es que para que esto sea así, los algoritmos de estas redes sociales habrán reaccionado a mi criterio para la búsqueda de la información. Esto puede ser una ventaja al facilitar que el usuario llegue a contenido que le interese, pero se corre el riesgo de dejar a su criterio la capacidad infomativa, por lo que es necesario por nuestra parte hacer un esfuerzo de seguir buscando por nuestra propia cuenta si queremos tener información más o menos completa y veraz.

Las nuevas tecnologías han permitido a la ciudadanía un acceso del contenido científico “directamente de la fuente”, haciendo que podamos estar a la última de los descubrimientos más recientes.

Al facilitar la difusión de información de personas particulares permiten que éstas puedan compartir su pasión por los diferentes campos de la ciencia al resto de personas. Desde páginas web de divulgadores/as que de forma simpática y amena nos cuentan pequeños misterios de sus intereses cotidianos sobre matemáticas, webs dedicados a recoger experiencia de mujeres en la ciencia, portales que reunen los blogs de diferentes personas con el hilo conductor de la ciencia, interesantísimos podcast sobre contenido íntegro en ciencia o canales de vídeo con multitud de experimentos por hacer.

Esta posibilidad creo que es un gran logro ya que las ciencia comunicada con pasión se recibe mejor y por otro lado permite crear comunidades de personas interesadas en los diversos aspectos de la ciencia.

Si nos trasladamos a redes sociales, sobretodo las que están basadas en fotos y vídeos, siento que el contenido científico que allí se comparte en mayor medida suele tener que ver con fenómenos impactantes que rara vez son explicados en su transfondo científico, quedándose la ciencia como mero espectáculo.

Frente a esto podemos encontrar los interesantes hilos científicos en Twitter realizados directamente por científicos y científicas que sí tienen un gran potencial divulgador.

Las nuevas tecnologías como la realidad virtual o la simulación de procesos físicos y químicos son también una gran ventaja a la hora de divulgar la ciencia, sobretodo en ámbitos educativos. Pero un abuso de éstas puede ir en detrimento de la adquisición de conceptos. En el laboratorio se adquieren otras habilidades que no se pueden hacer con la simulación y estamos sujetos a la imperfección y la aleatoriedad de ciertos procesos naturales.

El usos de estas tecnologías debe realizase paralelamente con una experiencia real del hecho científico. Si no, nos puede pasar como aquella niña que estaba convencida que un cubo no era esa pieza que sostenía en la mano, sino esa representación gráfica del cubo en dos dimensiones que siempre había visto en sus libros de texto.