Carta ficticia de Clara Immetwahr a su marido Fritz Haber tras sus ataques con armas químicas


Querido Fritz,

Verte festejar la crueldad es demasiado para mi conciencia. No puedo verte tan alegre brindando con tus amigos celebrando la crueldad que acabáis de cometer, como si hubiera sido un gran logro del que sentirse orgulloso.

Me dices que lo haces por tu patria, que la guerra es así y que si no lo haces tu, alguien lo hará en el otro bando. Todas ellas justificaciones de un militar, pero tu eres un científico. Me puedes llamar ingenua por pensar que los científicos tenemos un compromiso con la humanidad, más allá que nuestra patria. La guerra es de los militares no de los científicos. Nosotros tenemos que ver más allá de nuestras fronteras, tenemos en nuestras manos un compromiso con el conocimiento universal y con la humanidad. ¿Es eso tan difícil de entender?. La ciencia tiene que estar para defender la vida, no para causar la muerte.

Claro que yo amo a mi patria y me duele que me taches de traidora. Pero nuestra patria también es la ciencia y no podemos traicionarla. Los gritos y las visiones de todos esos soldados muertos tras una gran agonía debido a tus gases me persiguen noche y día. Me suplican que te haga comprender que esa no es la ciencia que soñamos hacer juntos en nuestros paseos junto a la universidad. Tu sabes mejor que nadie lo horrible que es esa muerte ¿Es que en la guerra no hay honor?. No podemos dejar que nuestra excusa de supervivencia nos haga pasar por encima de nuestros principios. No podemos consentir que la desesperación de la guerra nos lleve a la desautorización moral. Si así lo hacemos, ganaremos la guerra, pero estaremos construyendo un país que no quiero para mi hijo.

Qué orgullosa estaba de ti cuando dedicabas tu investigación y tus logros para mejorar el mundo. Cómo conseguiste salvar a miles de personas del hambre gracias a la síntesis del amoniaco, eras mi héroe, eras como un dios que del aire sacaba alimento. Pero ya veo que eso era solo un espejismo. No ves diferencia en usar la ciencia para salvar vidas que para eliminarlas. Ese dios que daba vidas ahora las quita.

Por ti renuncié a mis aspiraciones científicas, sabías que la química y el laboratorio eran importantes para mí, pero tuve que dejarlo todo para ser una buena esposa y madre. Pero no pienso renunciar de nuevo a mis principios por ti. Siento no ser esa esposa fiel y sumisa que tu y esta sociedad esperabais. Siento no poder mirar para otro lado mientras veo cómo se utiliza la ciencia para generar sufrimiento. ¿Qué será lo siguiente? ¿hasta dónde vas a llegar aludiendo que estamos en guerra? No lo soporto y solo de pensarlo se me rompe el alma. No aguanto más verte convertido en este monstruo sin aparente capacidad de redención.

Dile a Hermann que le quiero y que me perdone,

Clara


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