Me encuentro tumbado en la hierba observando el firmamento, como muchas veces antes, como muchas personas han hecho antes que yo y muchas otras lo harán si la contaminación lumínica se lo permite.

Mirando al cielo mi mente tiende a fluir y divagar, de una forma similar a como lo hace cuando lo hace mirando al mar o al horizonte desde una alta montaña. La vista se te pierde en el infinito y uno se da cuenta de la poquita cosa que es en esta inmensidad de montañas, de agua o de oscuridad. No es de extrañar esa fascinación que siempre ha creado la inmensidad del universo y las preguntas que ha suscitado.

Pienso en esas personas que antes que yo miraban el cielo y se hacían preguntas. De alguna forma estoy conectado con ellas. No sólo desde un punto de vista metafísico a través de nuestra similar consciencia, sino también desde un punto de vista biológico. Átomos y moléculas de mi cuerpo han formado parte del cuerpo de otras personas y de otros seres vivos. Y en el fondo, si echamos la vista atrás podemos remontarnos a nuestra (tarara)nbuelo, LUCA, nuestro microorganismo ancestral del que todos los seres de este planeta surgimos. Y cuando yo ya no esté aquí, alguien tomará mis átomos y mis moléculas y seguirá el ciclo.

Pero… ¿y con nuestra querida Luna que nos acompaña brillando? ¿también estaré emparentado?. Somos polvo de estrellas. Nuestros átomos más pesados se han formado en el interior de estrellas y han salido de ellas debido probablemente a una supernova. Mis átomos vienen de la tierra que se formó de una nube de gas en la formación del Sistema Solar. La Luna se supone que también procede de parte de material de esa tierra primigenia tras un fuerte impacto de un astro en los inicios de su formación. Lo que ahora es la Luna, lo que ahora soy yo y lo que ahora eres tú, en otro momento pudimos ser el mismo astro brillante en el firmamento de un tiempo muy pasado.

La teoría de los seis grados nos dice que estamos conectados con cualquier persona del mundo a través de menos de seis grados de relación. Se me ocurre que esto también puede funcionar para el universo y que yo y la estrella Deneb podemos estar relacionados de alguna forma, aunque la distancia que nos separa hace que sea difícil que hayamos compartido átomos en momentos cercanos, tal vez ella los haya compartido con una estrella anterior que formaba parte de otro astro que liberó materia y energía que formó otra estrella y en algún momento nos encontramos material o energéticamente.

Y si nos remontamos en el tiempo, al momento del Big Bang, a ese LUCA universal, ahí todo estaba bien apiñado, formando una unidad de materia y energía. Por lo que puestos a imaginar, también puedo estar emparentado con la estrella Deneb, o con la Nube de Magallanes o con algún planeta lejano todavía no encontrado. ¿Quedará algo de ese encuentro inicial?.

Estas son las pequeñas elucubraciones que me surgen disfrutando de la inmensidad del espacio y dejando volar la imaginación. Mirar al espacio me hace sentir tremendamente pequeño e insignificante, pero formando parte, junto a miles de millones de entes pequeñas e insignificantes, de algo grande e inmenso. Ahora toca levantarse e integrar este sentimiento a mi vida cotidiana, donde también puedo ser una pequeña parte de un gran cambio. Ahí nos encontramos.


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